"Make'em laugh, make'em cry, but over all... make'em wait"
(C. Dickens)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Diez Minutos

El siguiente texto puede no ser del agrado de muchas personas, por la "dureza" de las palabras. Puede parecer brusco, cruel, tal vez incluso exagerado. Yo, personalmente, no lo creo así. Lo llamo "realista". Y sólo diré que hay que tener en cuenta una cosa: la realidad supera la ficción. Espero que os guste (o, según como se mire, que no os guste).

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DIEZ MINUTOS


Diez minutos.

Sale de la larga ducha caliente que acaba de tomar, con la toalla envolviendo su femenino cuerpo y el pelo mojado sobre sus hombros. Se seca la cara y se mira en el espejo mientras, secándose el pelo con la toalla sin apartar los ojos de su oscura mirada. Entrecierra ligeramente los ojos y se muerde el labio. El corte aún duele. Pero no importa. Se lo mereció.
- Ni siquiera has preparado la cena –dice a la mujer que ve reflejada en el espejo, con la voz y el gesto impasible-. No vales para nada, puta.
Siete minutos.
El reflejo le muestra una pequeña mueca de rabia.
- No me mires así. Es cierto, y lo sabes –dice la mujer, sonriendo de forma burlona.
El reflejo no se atreve a contestar, y se muerde el labio con fuerza. Duele. Pero no importa.
- ¿Y los niños? ¿Ya duermen? Bien. Perfecto –la mujer suelta una risotada escalofriante, incluso demencial.
- ¡¡NO!! –Exclama el reflejo; sus ojos brillan, pero permanece inmóvil-. No quiero… Por favor, para… No…
Un sinfín de lágrimas rueda por las mejillas de la mujer y alcanza la sonrisa burlona y descolocada de sus labios.
Cinco minutos.
- Para esto, por favor… Por favor…
- ¡NO! –grita desgarradoramente, soltando la toalla y dejando a la vista un cuerpo marcado por un horrible día a día-. Sabes que lo mereces, lo sabes. Sabes que nada cambiará, nunca. Acostúmbrate, porque no hay nada que hacer. ¡Nada!
- Sabes tan bien como yo que sí…
- ¡Cállate! ¡No hay nada que hacer!
Dos minutos.
Las piernas comienzan a fallarle. Se siente débil, muy débil. Apenas puede con el peso de su cuerpo. Y cae. Cae al suelo y llora.

La puerta de casa se abre.

- ¡Ya estoy en casa!
La mujer interrumpe su llanto y, con una mirada totalmente inexpresiva, mira al vacío hasta que él entra en el aseo.
Se para en la puerta, mirándola durante unos segundos.
- Ni siquiera has preparado la cena –dice con la voz y el gesto impasible-. No vales para nada, puta.


Fin

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