"Make'em laugh, make'em cry, but over all... make'em wait"
(C. Dickens)

sábado, 3 de julio de 2010

Destruction

Todo el pueblo se había quemado. Podía oler el hedor de cuerpos carbonizándose junto al resto del pueblo. Pero ya no oía gritos ni alaridos de dolor. Ya no quedaba nada.

Iba caminando por la calle principal, la que enlazaba a casi todo el pueblo, con las dos enormes dagas, atravesando el fuego quedando inmune gracias a su completa vestimenta de cuero puro negro. Miraba hacia adelante todo el tiempo, pero con el rabillo del ojo veía su pueblo morir, convirtiéndose en cenizas. Constantemente se tropezaba con cadáveres ennegrecidos y los saltaba con rapidez, sin detener su camino, ni siquiera (ni muchísimo menos) para tratar de reconocerlos. Tenía un rumbo fijo y pararse no estaba en sus planes. Cualquier objeto que se hallaba a su paso, ya le impidiera el camino o estuviera sólo a su lado, no dudaba en pegarle algún tajo con las dagas, que cortaban todo lo que se propusiera. Matas y árboles de la ciudad ardían a su alrededor. Él se acercaba a ellos, pero no los cortaba, sino que acariciaba la parte más alta de las matas con sus guantes de piel.

Ya no quedaba nada.

Se ajustó su viejo sombrero negro de vaquero y aligeró el paso. No había tiempo.

A los pocos minutos llegó a su destino. Ante él se alzaba un gran y antiguo roble, que había estado allí en la plaza desde mucho antes de que incluso él naciera. De pequeño solía jugar allí con sus amigos, en las ramas que estaban a su alcance. Ahora el árbol ardía y estaban todos muertos. Y probablemente Steve también lo estuviera a estas alturas.

Date prisa, Amy, datre prisa, por favor..., dijo para sus adentros, apartando la vista del roble y dirigiéndola hacia una estrecha callejuela por donde debía estar llegando su hermana.

Se retrasaba.

No pudo evitar volver a mirar el árbol y lo invadió momentáneamente una terrible sensación de pánico. No, no podía rendirse. No habían podido impedir la catástrofe y ya era tarde para detenerla, pero debían seguir adelante. Se deshizo de esa sensación como pudo y cerró los ojos con fuerza, apretando los puños. Se sobresaltó cuando un gran pedazo del techo de una casa que había a su lado, cayó cerca de él. Dio unos pasos atrás, para alejarse de cualquier casa a una distancia prudencial (lo más prudencial habría sido salir corriendo de aquel infierno) y entonces la oyó.

- ¡¡Nell!!

Su hermana menor llegaba corriendo como podía, con una indumentaria similar a la de él, toda de cuero, aunque de distintos colores oscuros. Llevaba algo en las manos, envuelto en un pedazo de cuero.

- ¡Vamos, Amy!

Comenzó a andar hacia ella y cuando se encontraron, Amy extendió los brazos para entregárselo. Respiraba con agitación y sudaba. Su cara tenía restos de algunas leves quemaduras.

- ¿Ha ido bien?

- S-Sí... –apenas podía hablar.

Él asintió levemente con la cabeza, esbozando una amarga sonrisa. Le acarició el cabello y cogió el objeto. Ella lo abrazó con fuerza. Él trató de responderla como pudo, aunque los nervios lo estaban matando.

- Amy, no hay tiempo, tenemos que salir de aquí.

La chica se apartó, enjugándose las lágrimas.

- Sí...

Apenas tendría catorce años. Demasiado joven para algo así.

Miraron a su alrededor e instantáneamente Nell decidió la ruta más corta para salir del pueblo. Sólo esperaba que él no hubiera cortado también la salida. Se disponían a correr hacia allí y no habían dado ni tres pasos cuando chocaron con algo. O alguien. Él estaba allí. Su figura alta y corpulenta se alzaba ante ellos, y en el había algo de color rojizo que no supieron determinar. Tal vez sus ropajes, pensó Nell. Cuando aquél hombreenseñarla también a ella. Volvió a entregarle el objeto y la empujó a un lado. estaba delante de ellos, todo se nublaba, la tierra comenzaba a moverse bajo ellos y sentían un terrible mareo. Nell había conseguido vencer esa sensación en más de una ocasión, y había tratado de

Vete. Vamos, Amy, ¡lárgate de aquí!

La chica consiguió que sus piernas dejaran de tambalearse, aunque aún le temblaban, y corrió como pudo. Nell impidió que él le cortara el paso y comenzaron la pelea.

Amy corría como sus piernas le permitían, aunque sabía que no era suficiente. Ella sabía correr más rápido y podía. Pero no en aquella situación. Ya no podía ni con su alma. Pero debía seguir adelante. Estaba obligada a ello. Entró en la calle que daba al camino más corto para salir del pueblo y casi cayó al suelo cuando vio una flecha rojiza, impregnada en fuego, clavarse en la pared en el que se apoyaba al correr, a un escaso paso de ella. Siguió corriendo como podía, y algunas flechas más se clavaron en la pared. Finalmente, giró hacia la izquierda en la siguiente calle y supo que ya estaba salvo. Sólo tenía que salir de la ciudad y listo.

Nell... Ten cuidado...

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