"Make'em laugh, make'em cry, but over all... make'em wait"
(C. Dickens)

lunes, 4 de abril de 2016

Vamos a jugar


¿Ya está? ¿Has terminado? Me importa una mierda si has tenido suficiente o no, ya te lo digo yo: se acabaron las gilipolleces. Ya has jugado mucho conmigo, demasiado. Has dominado mi vida, me has llevado por donde has querido, con buenas palabras, con mentiras, con absurdas esperanzas asentadas sobre pilares construidos con quimeras. Me has arrastrado a las más profundas miserias, a llantos y gritos desgarradores, a asfixiarme en una sensación de falso vacío y soledad, de que te necesito para vivir, que necesito a alguien más que a mí misma. En mis momentos de lucidez, soy consciente de que eso no es así, de que no NECESITO a nadie, sino que, a veces, simplemente QUIERO tenerlo. Pero tú, puto apego, puto corazón, me haces creer que no, que es cuestión casi de vida o muerte. 


No voy a aguantar más tus gilipolleces. Me has traído hasta aquí, hasta mis veinticinco años, agarrada de una forma gentil y cariñosa, para después, siempre que te ha apetecido, apretarme hasta sentir que me asfixiaba. Porque sí. Porque... joder, porque así soy yo, porque no sé vivir sin sentir las cosas de esta manera, porque si no sueño, si no me emociono, si no me detengo a contemplar la esencia de las situaciones, de las personas, aunque ello me lleve a vincularme en cuerpo y alma con ellas... no me siento viva. 

Y de nuevo, en un callejón sin salida. Si para mí no merece la pena vivir sin amar o sentir las cosas de esta manera, ¿qué cojones tengo que hacer contigo? No, no quiero arrancarme el corazón de cuajo, como decía mi experimentada amiga. No quiero dejar de sentir, eso nunca. No sería yo, moriría mi esencia sin latido.

Pero el corazón no es el apego. La verdadera capacidad de sentir, de ver más allá, de abrazar la esencia... eso no es lo que se debe perder, no es lo que tengo que apartar de mi vida. Es el apego, la falsa sensación de necesidad, de depender de una persona y sus determinadas actitudes. De que mi sonrisa y bienestar deban estar hilados a unos contextos concretos. No puedo dejar que sigas guiando mi vida de esta manera.

Se acabaron las gilipolleces. ¿Quieres jugar? Bien, pues ahora me toca a mí. Ahora voy a ser yo la que haga contigo lo que le salga del coño, la que juegue sus cartas de la mejor manera que conoce, sin reparar en consideraciones de ningún tipo. Como a mí me gusta, como me hace sentir viva de verdad: con tretas, con jokers bajo el mantel, con ilusiones y disuasión de los sentidos y las mentes, adonde a mí me convenga y cuando me dé la gana. ¿Quieres jugar? Vamos a jugar. Pero con mis reglas. Se acabó tu turno. Ahora me toca a mí.

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