No
distinguiríais la verdad ni teniéndola delante de vuestras narices, ni aunque
os dierais de hostias con ella una y otra vez, aun os sangre la frente de tanto
cabezazo contra la pared. No, no hacéis más que adorar fantasmas, vivís en una
puta mascarada, en un mundo que idealiza lo aparente y mortifica lo verdadero,
lo que sale del alma, sea bueno o malo. Pero ¿qué es bueno o malo? Estamos
jodidos. Vivimos en un mundo de mierda porque lo bueno y lo malo lo dictáis
vosotros, los que os dais de hostias contra la verdad y os negáis a verla tal
como es: natural, sencilla, mucho más sencilla de lo que nadie imagina, enigmática,
oscura, y dual como el alma misma. Y estamos jodidos, porque adoramos caras
bonitas y figuras esbeltas, sin mirar más allá, olvidándonos de lo real, lo
auténtico. Buscamos la perfección, pero no nos damos cuenta de que la
perfección es imperfecta, que lo bueno también es malo, que un alma auténtica
se muestra tal y como es y, cuando no lo hace, es porque este jodido mundo no
se lo permite. ¿Quién eres tú para decirme a quién puedo o no amar? ¿Quién
cojones te crees para forzarme a callar y a negar mi verdadera naturaleza, a no
mostrarme tal como soy, con mis luces y mis sombras, con mis virtudes y mis
mierdas? Tú, hipócrita sociedad, jodida humanidad que se cree que lo sabe todo
cuando no tiene ni la más remota idea, tú no eres nadie para hacerme fingir que
soy quien no soy o, peor, quien tú quieres que sea. Sí, menos mal que vivimos
en el siglo XXI, en un mundo desarrollado y donde todo se acepta. ¡Menos mal!
Donde la gente es honesta y humilde, y nadie se empeña en decir “de esta agua
no beberé”, donde cada uno se muestra tal cual es, donde nadie te criticará por
salirte de la norma (ni siquiera de esas “mini-normas” de los subgrupos nacidos
de la diversidad social) y explorar otros rincones menos frecuentados de la
vida, esos a los que más de uno y más de dos querrían asomarse. Pero no lo
hacen porque son unos cobardes, porque se está muy cómodo en el lado del que
observa y condena sin tener ni puta idea de nada. Cuando siempre amas de la
misma manera, cuando no das todo de ti hasta sentir que mueres poco a poco,
cuando no te atreves a abrir el abanico y descubrir personalmente de cuántas y
tan dispares maneras somos capaces de sentir amor, o a mirar a la pasión a los
ojos, de tú a tú… no sabes nada, porque nada has vivido. O cuando lo has hecho,
pero te has arrepentido o te has negado a ti mismo la posibilidad de ver más
allá, precisamente porque te has topado con la autenticidad en las
profundidades de tu alma desnuda. ¿Y luego eres tú quien tiene que juzgarme a
mí?
Sé que
en realidad sólo unas pocas personas sonreirán de corazón ante mis palabras, con
cierta amargura, porque lo habrán entendido. Sólo aquellos que han sido capaces,
en algún momento de su vida, de romper con sus creencias y de mirar a los ojos
a la vida, al amor y a los rincones más oscuros de su alma.
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