"Make'em laugh, make'em cry, but over all... make'em wait"
(C. Dickens)

miércoles, 27 de mayo de 2015

Perfección imperfecta

No distinguiríais la verdad ni teniéndola delante de vuestras narices, ni aunque os dierais de hostias con ella una y otra vez, aun os sangre la frente de tanto cabezazo contra la pared. No, no hacéis más que adorar fantasmas, vivís en una puta mascarada, en un mundo que idealiza lo aparente y mortifica lo verdadero, lo que sale del alma, sea bueno o malo. Pero ¿qué es bueno o malo? Estamos jodidos. Vivimos en un mundo de mierda porque lo bueno y lo malo lo dictáis vosotros, los que os dais de hostias contra la verdad y os negáis a verla tal como es: natural, sencilla, mucho más sencilla de lo que nadie imagina, enigmática, oscura, y dual como el alma misma. Y estamos jodidos, porque adoramos caras bonitas y figuras esbeltas, sin mirar más allá, olvidándonos de lo real, lo auténtico. Buscamos la perfección, pero no nos damos cuenta de que la perfección es imperfecta, que lo bueno también es malo, que un alma auténtica se muestra tal y como es y, cuando no lo hace, es porque este jodido mundo no se lo permite. ¿Quién eres tú para decirme a quién puedo o no amar? ¿Quién cojones te crees para forzarme a callar y a negar mi verdadera naturaleza, a no mostrarme tal como soy, con mis luces y mis sombras, con mis virtudes y mis mierdas? Tú, hipócrita sociedad, jodida humanidad que se cree que lo sabe todo cuando no tiene ni la más remota idea, tú no eres nadie para hacerme fingir que soy quien no soy o, peor, quien tú quieres que sea. Sí, menos mal que vivimos en el siglo XXI, en un mundo desarrollado y donde todo se acepta. ¡Menos mal! Donde la gente es honesta y humilde, y nadie se empeña en decir “de esta agua no beberé”, donde cada uno se muestra tal cual es, donde nadie te criticará por salirte de la norma (ni siquiera de esas “mini-normas” de los subgrupos nacidos de la diversidad social) y explorar otros rincones menos frecuentados de la vida, esos a los que más de uno y más de dos querrían asomarse. Pero no lo hacen porque son unos cobardes, porque se está muy cómodo en el lado del que observa y condena sin tener ni puta idea de nada. Cuando siempre amas de la misma manera, cuando no das todo de ti hasta sentir que mueres poco a poco, cuando no te atreves a abrir el abanico y descubrir personalmente de cuántas y tan dispares maneras somos capaces de sentir amor, o a mirar a la pasión a los ojos, de tú a tú… no sabes nada, porque nada has vivido. O cuando lo has hecho, pero te has arrepentido o te has negado a ti mismo la posibilidad de ver más allá, precisamente porque te has topado con la autenticidad en las profundidades de tu alma desnuda. ¿Y luego eres tú quien tiene que juzgarme a mí?

Sé que en realidad sólo unas pocas personas sonreirán de corazón ante mis palabras, con cierta amargura, porque lo habrán entendido. Sólo aquellos que han sido capaces, en algún momento de su vida, de romper con sus creencias y de mirar a los ojos a la vida, al amor y a los rincones más oscuros de su alma.

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